El germen de la Fundación Tercer Tiempo comenzó a gestarse hace más de 12 años trabajando en una unidad penitenciaria, llevando la práctica del rugby como terapia de inclusión y de resocialización para los internos detenidos. Tras más de una década de crecimiento y experiencias de vida, “hoy estamos en todas las unidades penitenciarias de la provincia de Santa Fe, y trabajamos con profesores que van a acompañar al equipo de profesionales que tenemos, y damos prácticas de rugby”, comenta a La Tarima Fernando Benítez, presidente de la Fundación.

El objetivo principal de esta organización es la reinserción social de aquellas personas que se encuentran en conflicto con la ley penal o bien en un estado de vulnerabilidad social, utilizando como medio la práctica del Rugby, intentando inculcar los valores del trabajo en equipo, solidaridad, respeto y esfuerzo, que este deporte pregona.

“No es caprichosa la elección del Rugby, el respeto al árbitro, la honestidad para con el adversario y el apego a las reglas del juego, nos parecían la excusa ideal para intentar abordar las múltiples problemáticas que atraviesan a las poblaciones privadas de la libertad”, reza uno de los principios de esta organización.

“En paralelo –prosigue Benítez- trabajamos el tema de consumos problemáticos, acompañando en la última instancia de detención de la persona privada de la libertad, para facilitar y acompañar en el afuera; el afuera tiene una situación muy compleja. En Rosario hemos vivido situaciones muy duras, donde las órdenes estaban dadas desde las cárceles, y el reclutamiento de la mano de obra se daba en los barrios marginales o en la población que salía de las cárceles. Hay que poner el foco en eso. No es fácil”.

Pero no cualquier detenido es sujeto de abordaje de Tercer Tiempo: “Nosotros no trabajamos con jefes de bandas. Estamos alejados del crimen organizado, pero sí con los que son víctimas de esas bandas. Competimos con las bandas para sacar a esos pibes de ese ambiente, y ofrecerles otra alternativa, para que cuando vuelvan a la sociedad puedan reconstruir sus vínculos de una forma más normal, alejados de los hechos ilícitos, de los excesos”.

La Tarima recorrió junto a Fernando la sede que la Fundación Tercer Tiempo de calle Esmeralda 2921, donde también funciona la Cooperativa La Esmeralda, que produce y comercializa diversos panificados. Allí, el organizador de esta tarea solidaria explicó: “Funcionamos como centro de día, de lunes a viernes, donde los chicos pueden pasar a hacer cualquier tipo de taller. Pero no somos un gueto que trabaja solo con las personas que salen de la cárcel, sino con toda la población del barrio, porque también están en algún riesgo, y trabajamos en la prevención. Vinculamos al que salió, con el que está afuera, en un trabajo conjunto, porque el problema suele ser el mismo. Muchos tienen algún pariente privado de la libertad, y eso hace que se normalice una situación que no debe ser normal”.

El trabajo de la institución dentro de las unidades penitenciarias alcanza a las 300 personas, porque además del rugby, el equipo interdisciplinario abarca a la unidad de detención de mujeres de Rosario, abordando problemáticas diversas. Mientras que en “el afuera” de calle Esmeralda, cuentan con 11 talleres, entre los que se destacan panadería, serigrafía, tatuajes, impresiones 3D, textil, peluquería, por los que pasan unas 250 personas semanalmente.

De preso a presidente panadero

Alexis Gómez es un caso testigo que sintetiza superación personal con el acompañamiento dedicado y profesional de la Fundación Tercer Tiempo. Hoy Alexis es el presidente de la Cooperativa Esmeralda, dedicada a la producción de panificados  para la venta y para consum o interno. “Los conocí en el 2016 estando detenido en la Unidad VI de Rosario. Son las personas que me ayudaron. Hoy soy casero del lugar, y vivo acá con mi esposa y mi hija. En este lugar encontré muchas amistades”.

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“Con Fernando somos de carácter complicado pero nos llevamos bien (risas). Cuando salí en libertad me contacté con ellos y me dijeron, ‘vení’, y empecé en mantenimiento. Después me ayudaron con estudiar panificación en el Sindicato de Pasteleros. Hoy doy clases de panificación en el lugar y soy profe desde hace 4 años”, resumió Alexis.

Un futuro en el tatoo

Otra de las historias de presente feliz la relata Samu (Samuel), quien hoy es tatuador profesional y el responsable del taller de tatuajes en la Fundación. “Llego acá por medio de Fernando, a quien conocí porque fue a tatuarse a mi negocio en Funes. Hace años habíamos hablado, pero había quedado todo en el aire. Cuando volvió a tatuarse a mi local, me volvió a hablar, y acá terminamos”.

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“Hoy tenemos varios chicos. La idea es que aprendan a tatuar desde cero, que puedan comprarse sus equipos –incluso varios de los chicos ya lo han hecho y ya están tatuando- para poder trabajar con esto. Acá todos tenemos nuestros problemas, pero venimos para desahogarnos, es como un cable a tierra. Esto motiva a los chicos a seguir adelante”.

¿Qué puedo hacer ante tanto dolor?

Inevitablemente, el abordaje profesional está atravesado por lo personal y lo emotivo. Los especialistas de la Fundación se enfrentan con historias de vida signadas por el dolor y la violencia. Muchas veces el trabajo da sus frutos, aunque en otros casos la contracara es la impotencia y la frustración.

Sofía es trabajadora social, y hace más de un año que acompaña a chicas provenientes del ex patronato de liberados, y también interviene en el Complejo Penitenciario de Mujeres de Rosario dirigiendo los talleres de yoga, de habilidades socioemocionales, y en los dispositivos de salud mental y consumo problemático. “Hay profesiones que están vinculadas con la vocación, con el altruismo, el pensar que el otro está mal, y no se puede vivir con anteojeras como el caballo, sin ver al que tenemos al lado. Estamos en un momento muy complejo en lo que tiene que ver con abordajes sociales, que se fueron desmantelando, y uno debe hacer artilugios para poder dar respuestas a todas las demandas que surgen de este contexto socioeconómico muy complicado. Pero la riqueza de este trabajo es el trabajo en equipo”.

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Por su parte, Bárbara, psicóloga de la Fundación, y también trabaja en la unidad penitenciaria de mujeres, y con jóvenes en conflicto con la ley penal. “No sólo se trabaja el consumo problemático, sino lo que pueden traer de sus historias, lazos familiares, lo emocional. A veces nos encontramos con historias tan duras, tan complejas. ¿Qué puedo hacer yo ante tanto dolor? Pero hay un espacio de contención que es lo que terminan agradeciendo; poder ayudarlos a construir algún sueño que vaya más allá”.

Mientras tanto, Fernando Benítez reconoce que “lo peor que nos puede suceder como equipo es que, cuando una de las personas que ha pasado por alguno de nuestros dispositivos, sale y lo volvemos a ver de nuevo en otra unidad, porque volvió a caer. Son los menos, pero no deja de ser un golpe fuerte, y puede llegar a ser una frustración. Por eso trabajos mucho en la responsabilidad individual, subjetiva. ‘Sos vos el responsable de lo que hacés y de lo que no hacés. Nosotros te brindamos todas las herramientas. Depende de vos dejar toda esa porquería y encaminar el rumbo’. La cosa buena es lo que se ve acá. Muchos que conocimos en la cárcel con una pelota de rugby, hoy son compañeros nuestros. Es una satisfacción. A nadie le gusta la cárcel y andar en las malas. Hay delitos con los que no trabajamos: delitos sexuales, femicidas, cabezas de bandas. Pero en la mayoría, los casos son posibles. Como sociedad no podemos decir lo que decimos en la calentura, ‘a estos negros hay que matarlos a todos, prenderles fuego’, porque eso no existe. ¿Vos lo vas a hacer? Hoy con mucho esfuerzo, todas las organizaciones que participamos en la sociedad –el Estado, los medios, las ONG’s, las universidades- vamos recuperando poco a poco la ciudad. No olvidemos que hace un año y medio tuvimos encerrados con órdenes dadas desde las cárceles. Debemos tener ese compromiso de poder aportar alguna herramienta. Es un laburo eterno, intenso, por eso tenemos un equipo tan grande.

Y para los más chicos

Entre sus diversos ámbitos, la Cooperativa La Esmeralda cuenta con un Centro de Abordaje para la Niñez, un espacio que, en convenio con el Ministerio de Trabajo de la Provincia, tiene por objeto erradicar el trabajo infantil. Reciben a niñas y niños de 2 a 8 años, y “la idea es que, mientras los padres realizan el trabajo diario, las changas, esos chicos tengan un espacio de calidad y cuidado, donde se les brinda alimentación, docentes, talleres, y un equipo de profesionales que está siempre atento a cualquier situación que pueda surgir”, concluyó Benítez.