Hoy, como siempre, pero con más herramientas tecnológicas, quien más poder económico concentra es quien domina la discusión pública. El alcance y la posibilidad de ser escuchado dependen directamente del dinero que se invierte en publicidad, cuentas verificadas, ejércitos de bots y trolls, etc., de la misma manera que en otras épocas dependía de la capacidad de aparecer en medios masivos de comunicación.

Nos dijeron que las redes sociales venían a democratizar el discurso público, y en parte lo hicieron; sin embargo, hoy son las herramientas más utilizadas por quienes promueven la discriminación y las noticias falsas. 

La discusión pública busca convencer a los ya convencidos, agrupar a los que ya piensan igual, segmentar a la población (¡qué gran descripción de la grieta en cuatro palabras!), con una visión claramente comercial que, llevada al ámbito político, debilita las instituciones y la democracia misma.

Sobran los ejemplos en todos los países del mundo, como lo que ocurrió hace unos días en España, donde un joven con problemas mentales apuñaló y mató a un niño de 11 años. Instantáneamente, aquellos que buscan atraer seguidores y votos indicaron que el asesinato era obra de un inmigrante africano. No solo atacaron virtualmente a los inmigrantes, sino también a aquellos, como un familiar del niño que ofició de vocero de la familia, que trataron de poner cordura y mesura a una tragedia enorme. 

Cuando la investigación comienza a demostrar que el agresor era español y no inmigrante, no solo no se retractan, sino que renuevan la apuesta, sugiriendo un supuesto complot. 

Y ya está, ¿no?

Claro que ya está. La opinión pública está dividida, la verdad deja de importar, y cada uno encuentra algún argumento para fortalecer su idea previa.

Ya no nos alcanza con incorporar a los ciudadanos a la política, tenemos que incorporarlos a la democracia.

ENTONCES…

¿Cómo hacemos para recuperar la discusión política?

¿Sobre qué base reconstruimos la confianza del ciudadano, no ya en la política, sino en la democracia y en el futuro?

La respuesta que se esboza es la de promover el cuidado de lo común. Este cuidado es mucho más que cuidar el mobiliario urbano o los espacios públicos, tiene que ver con el cuidado de uno mismo (autocuidado), de los demás (compasión) y del planeta (ecología) entre otras cosas, como dice Rodrigo Savazoni (1).

Frente al discurso que obliga a tener opinión sobre todo, que impone que para cada tema todos tengamos una respuesta taxativa y una posición política inquebrantable, en el que ya no solo se silencia a través de la violencia física, sino también mediante la intimidación digital, es que debemos cuidar de lo común.

Cuando se habla tanto de la libertad y del poder del ciudadano, una visión centrada solo en la veta económica de la libertad, el cuidado de lo común tiene que ver con proteger y hacer crecer ese tejido social que una vez tuvimos en nuestro país, fortalecido por la educación pública, que igualaba y daba un sentido común a nuestras acciones.

La pandemia nos mostró lo mejor y lo peor de nuestra actitud frente a lo común. Al principio generó una red de cuidados global, pero también provocó otra pandemia sin precedentes de individualismo, donde, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la depresión se convirtió en 2020 en la segunda forma más común de discapacidad en el mundo (2). 

Vemos claramente cómo impacta esto en la política, o peor aún, en la democracia. Volviendo a citar a Savazoni, “Simas y Rufino (3) nos recuerdan que lo contrario de la vida no es la muerte, sino el desencanto”. 

Contra ese desencanto tenemos que accionar desde el cuidado de lo común, de las relaciones barriales, desde el fortalecimiento de las instituciones sociales, del espacio público, desde disminuir las grietas que nos separan a aquellos que creemos en la democracia (que no significa pensar igual). En fin, crear y potenciar nuestro propio algoritmo, uno que acerque y no segmente.

Ideas nos sobran, manos son las que tenemos que encontrar, voluntades las que tenemos que sumar. Humildad y trabajo colaborativo es nuestro mayor desafío, y entender que el futuro no es como nos decían que iba a ser, pero tampoco es el que nos quieren imponer (4).

(1) https://www.linkedin.com/pulse/cuidar-lo-com%C3%BAn-hexagonal-innova-sc2af/?trackingId=BH4gpEkOQ7CWA9RAcNKC%2FQ%3D%3D 
(2) https://www.who.int/es/news/item/02-03-2022-covid-19-pandemic-triggers-25-increase-in-prevalence-of-anxiety-and-depression-worldwide 
(3) SIMAS, Luiz Antonio; RUFINO, Luiz. Fogo no mato: a ciência encantada das macumbas. Mórula editorial, 2019. SIMAS, Luiz Antonio; RUFINO, Luiz. Flecha no tempo. Mórula Editorial, 2019.
(4) “Tu futuro todavía no ha sido escrito, ni el de ninguno. Tu futuro es el que tú te formes”. —Doc Emmett Brown. (Back to the Future Part III, 1990)

 Miguel Cánaves – Especialista en el Análisis de Datos Abiertos y Coordinador de Políticas Públicas de Gobierno Abierto de la Municipalidad de Rosario.