La mañana cordobesa amaneció con una noticia histórica. Desde Nueva Delhi, sede de la sesión del Comité Intergubernamental de la UNESCO, llegó la confirmación de que el cuarteto —la banda sonora que definió la identidad popular de Córdoba durante más de 70 años— fue incorporado al Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
La decisión se tomó cerca de las 7.30, hora argentina, y fue seguida en tiempo real por funcionarios municipales. En diálogo con Cadena 3, el secretario de Fortalecimiento Vecinal, Cultura y Deportes, Héctor “Pichi” Campana, celebró la resolución y subrayó su valor simbólico.
“Estamos realmente muy contentos de que el cuarteto haya sido declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad”, afirmó. “Es un día especial, distinto, para un género que nos representa profundamente”.
El reconocimiento internacional marca un antes y un después para la expresión musical más emblemática de Córdoba: mayor visibilidad, resguardo institucional y un nuevo estatus que trasciende las fronteras provinciales para proyectarlo al mundo.
Un camino que llevó años
El expediente que llegó hoy a la UNESCO se comenzó a elaborar durante la gestión del actual gobernador Martín Llaryora y continuó bajo el mandato del intendente Daniel Passerini. En 2024, luego de la evaluación del Comité Argentino del Patrimonio Cultural Inmaterial (CAPCI), el proyecto obtuvo el aval necesario para ser presentado ante el organismo internacional.
El documento titulado “Cuarteto, Música, Letra y Danza en la Ciudad de Córdoba” reúne años de investigación, participación comunitaria y colaboración entre referentes del género, especialistas y autoridades.
El origen y la evolución del cuarteto
El cuarteto nació en 1943 en la ciudad de Córdoba, pensado para musicalizar los bailes populares. Su propuesta inicial fusionó sonidos criollos con melodías traídas por la inmigración. La formación tradicional incluía piano, violín, acordeón, contrabajo y voz. La pianista Leonor Marzano fue una figura clave: su estilo marcó definitivamente el ADN rítmico del género.
A partir de la década del 60, el cuarteto incorporó influencias caribeñas, percusión afrolatina y secciones de vientos, lo que amplió su energía y su alcance popular. Sostuvo su presencia incluso durante la última dictadura militar y terminó de consolidarse como la banda sonora cotidiana de Córdoba: en clubes, fiestas familiares, celebraciones comunitarias y grandes espectáculos.
Los bailes siguen siendo un imán. Público diverso —jóvenes, familias, habitués— se reúne en distintos puntos de la ciudad para disfrutar de orquestas que, hoy, suelen estar integradas por ocho o más músicos. En medio del público sobreviven códigos gestuales que identifican barrios y pertenencias, parte esencial de la mística cuartetera.
Conocido también como tunga-tunga, su ritmo en compás de 2/4 marca el movimiento del baile: dos tiempos, dos pasos. Las coreografías alternan entre rondas y parejas tomadas de la mano, siempre sobre una base festiva y vertiginosa.
Mucho más que música
Actualmente, el cuarteto es un símbolo total de la cultura cordobesa: memoria popular, identidad colectiva, danza, celebración y comunidad. Un patrimonio vivo que la provincia proyecta al mundo y que ahora recibe un reconocimiento acorde a su historia y su vigencia.

