Con el resurgimiento democrático de América Latina por los años 80, con gobiernos condicionados en lo político y en lo económico, Alain Touraine escribió que las democracias para algunos países de Latinoamérica parecen ser un lujo. ¿Qué opinión te merece esa afirmación a 40 años de aquel momento histórico?
América Latina dio muchas lecciones de resiliencia democrática. Porque sin embargo, a pesar de muchas circunstancias, hemos vivido en una agenda democrática, con mayores o menores problemas. Hoy estamos teniendo un cambio mucho más profundo, estructurales, que van más allá de América Latina. Me gustaría saber qué dice ahora Alain Touraine, porque estamos con los mismos debates. Acabo de volver de Alemania; estamos trabajando con la Universidad de Berlín en un proyecto sobre qué puede aprender Europa de América Latina sobre resiliencia democrática; cómo, a pesar de todas estas cosas, de ese lujo que logró América Latina, qué puede aprender Europa, que en condiciones socioeconómicas muy superiores, aun así está trastabillando y las opciones que elige la gente son complejas. Tenemos un gran desafío porque hoy también la disputa es cultural. No había una disputa cultural sobre el valor de la democracia. Cada vez más salen encuestas en occidente, que la democracia no es necesariamente un bien tan preciado para las poblaciones. Entonces, están dispuestas a otro tipo de opciones, mientras les resuelvan sus problemas. Ahí estamos en un problema diferente que no es solamente el régimen democrático, sino también de conquistar las almas de nuestros conciudadanos.
Bajando a la Argentina, sobe el decreto presidencial, muy sesentista, que pretende limitar o restringir el acceso a la información pública, ¿qué intereses creés que persigue?
No sé. Lo que veo es que este gobierno sigue una máxima de Margaret Tatcher, quien decía que la economía es el método, pero el objetivo es cambiar a la sociedad y conquistar las almas. Volvemos a las almas, porque estamos en la disputa cultural. En definitiva, esto de la libertad, libertad económica, son instrumentos. Lo que va es a un cambio social, a generar sociedades que funcionen para ciertos privilegiados, funcionales a los poderes de facto, y todo lo que haga falta para el control social, y todos los elementos que hagan falta ordenar a la sociedad van a ser bienvenidos. No hay principios filosóficos, son más bien de ordenamiento a las órdenes de los poderes de facto. No estoy muy optimista con este gobierno.
¿Qué es un libro para vos?
Decía un filósofo coreano, Byung Chul Han, lo que es irremplazable es la inteligencia humana en una discusión sobre inteligencia artificial, si es o no inteligencia. Él dice que la AI todavía está muy lejos; hay algo que no puede hacer que es el concepto, el concepto es una abstracción que no puede venir de correlación algorítmica. El libro es una condensación, un concepto que se transmite, que requiere de alguien o de plurales que condensen una idea, una historia; y que, para poder ser parte de esa experiencia y de apropiársela, la producción y el consumo son lentos, algo muy contra natura de nuestros tiempos. Para poder leer un libro tenés que sentarte, bajar las pulsaciones, y necesitás que ese sea tu momento. Si algo que nos diferencia de otras especies es ese momento, ese momento donde se elabora el concepto, tanto de quien lo elaboró, como el que lo incorpora y lo mezcla con sus propios conceptos. Es esa comunión lo que todavía me da esperanzas de nuestra civilización.
Matías Bianchi. Politólogo, Master en Ciencias (MSC) en la Universidad de Oxford, docente, escritor, fundador de la Organización Asuntos del Sur.