En los últimos años, múltiples investigaciones y experiencias comunitarias han confirmado lo que muchas personas ya sabían por vivencia propia: el deporte es salud.
Pero también es más que eso. En contextos de vulnerabilidad social, el acceso al deporte se convierte en una herramienta de inclusión, prevención y fortalecimiento colectivo.
Está demostrado que la actividad física regular previene enfermedades crónicas no
transmisibles como la hipertensión, la diabetes tipo 2 o la obesidad. Además, mejora el
estado de ánimo, reduce la ansiedad y favorece el bienestar emocional (WHO, 2018).
Estos beneficios son particularmente significativos en sectores que muchas veces
encuentran barreras para acceder a servicios de salud de calidad.
Desde el Observatorio de Pacientes creemos que es fundamental visibilizar el rol del
deporte como derecho social y determinante de salud. En los barrios populares, en
comunidades rurales o en espacios donde el acceso a la salud, la educación y el trabajo
es desigual, el deporte puede marcar una diferencia. No solo por sus efectos físicos, sino
porque genera lazos, construye comunidad y devuelve a muchas personas la posibilidad
de proyectarse, de participar y de sentirse parte.
En la actualidad, el sedentarismo constituye la cuarta causa de muerte a nivel mundial.
Esta situación se agrava con el crecimiento de hábitos de vida inactivos que afectan
especialmente a niños, niñas, adolescentes y personas mayores. Frente a este
escenario, el acceso al deporte y la actividad física adquiere un valor estratégico para
las políticas de salud pública.
Pero el deporte no es sólo salud. Es también comunidad, juego, contención,
transmisión de valores democráticos y educación no formal. Es un medio para
construir ciudadanía.
En la provincia de Santa Fe existen más de 1.500 clubes deportivos, muchos con
más de un siglo de historia. Son instituciones profundamente arraigadas en la vida
cotidiana de pueblos y barrios, sostenidas por el trabajo voluntario de generaciones de
vecinos y vecinas. Estos espacios cumplen una función social y cultural que excede
ampliamente lo deportivo.
Los grupos vulnerables —niñeces y juventudes en situación de pobreza, personas con
discapacidad, personas mayores, mujeres y diversidades, personas migrantes— no solo
necesitan oportunidades para moverse. Necesitan ser protagonistas. Para eso es clave
que los espacios deportivos sean inclusivos, accesibles y culturalmente respetuosos.
No alcanza con abrir un club o construir una cancha: hay que garantizar que todas las
personas puedan participar en condiciones de igualdad, seguridad y respeto.
El deporte es, en este sentido, una política de salud pública y también una política de
justicia social. Promoverlo en territorios vulnerados no es un lujo: es una prioridad.
Referencias
• Ministerio de Salud de la Nación Argentina. (2020). Estrategias comunitarias para la promoción de la salud.
- WorldHealthOrganization (WHO). (2018). Global action plan onphysicalactivity 2018–2030: More active peoplefor a healthierworld.